No saturen el espacio público, háganlo lo más limpio posible
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"No saturen el espacio público, háganlo lo más limpio posible"
El arquitecto Felipe Leal defiende la importancia del espacio público en la generación de mejores condiciones de vida.
Enrique González
Niños en Lima juegan con un columpio hecho con llantas viejas. Hombres y mujeres toman el sol en Manhattan rodeados de edificios y vegetación. Bibliotecas en barrios marginales de Medellín. Cientos de miles de personas pedalean por Paseo de la Reforma. La limpieza absoluta en el diseño de las playas de Copacabana e Ipanema, y muchos ejemplos más fueron desplegados por Felipe Leal, arquitecto y académico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en su conferencia "La importancia del espacio público".
Invitado al ITESO por el encuentro de arquitectura Trazo, Leal armó en el Auditorio Pedro Arrupe, SJ un recorrido por buena parte del mundo para subrayar las posibilidades que tienen las plazas, los camellones, los parques y jardines, los bajopuentes, las calles, las banquetas, los andadores, las fuentes, los baldíos y hasta lo que alguna vez fueron estacionamientos.
Para Leal, resulta fundamental, primero, darle prioridad al peatón, al ciudadano de a pie y, segundo, "tener lecturas diferentes de espacios predeterminados".
Por ejemplo, invitar a la gente que va a un parque en Nueva York a que tome una silla (cortesía del ayuntamiento) y a que la ponga y se siente donde mejor le plazca para pasar la tarde, sin necesidad de seguir un orden lineal o geométrico.
Ante decenas de alumnos y profesores, Leal proyectó ejemplos de Barcelona ligados a un espacio público funcional, estético y armónico con las necesidades de la gente: el Paseo de Grácia (amplias banquetas, profuso arbolado, espacio para bicicletas); las Ramblas (una serpenteante vía que literalmente desemboca en el Mar Meditérraneo, llena de árboles, paseantes y todo tipo de negocios) y la Rambla del Mar (continuación de las Ramblas construida en 1994 que se introduce a las aguas del puerto y le permite al peatón sentarse a admirar el mar o continuar su camino hacia un centro comercial).
No a la fragmentación, sí a la unidad
El contraste llegó cuando Leal mostró una foto aérea de la Glorieta Minerva, en Guadalajara.
El arquitecto señaló las agresiones y la fragmentación (cajones de estacionamientos por doquier, negocios, banquetas irregulares) que impiden la continuidad en el flujo de cualquier peatón. Es un espacio hostil para el viandante, aunque también para los automovilistas.
El mismo problema lo subrayó en el centro de la ciudad, donde vehículos y personas conviven de manera precaria en calles angostas y cuya señalización suele ocuparse más de los autos que de los peatones, a diferencia del centro de Tlaquepaque, al que la gente va, mencionó Leal, porque puede caminar tranquilamente.
De Guadalajara se fue a espacios como la Piazza del Campo, en Siena, Italia, un icono de la arquitectura mundial, y al Millennium Park de Chicago, hace años un estacionamiento y ahora un enorme parque con auditorio, puentes, áreas recreativas y la escultura El Frijol, del artista contemporáneo Anish Kapoor, elementos que lo han transformado en uno de los puntos con más vida de la ciudad.
Este ejemplo, o el pulcro paseo playero en Copacabana, obra del artista Burle Marx, hecho con los mínimos elementos para potenciar el disfrute del océano y la arena, le sirvieron a Leal para enfatizarle a los alumnos que el espacio público debe ser lo más limpio posible y no hay que saturarlo de elementos.
Responsable de obras como la remodelación de la plaza Garibaldi o los accesos a la Basílica de Guadalupe, el arquitecto reconoció el valor de distintos colectivos ciudadanos alrededor del mundo que están interviniendo sus ciudades para mejorarlas, ya sea en Tel Aviv, Río de Janeiro, la Ciudad de México o Lima.
Parafraseando a Octavio Paz, Leal les dijo a los alumnos que "la calle es el lugar de la otredad", el espacio para el encuentro y la interacción con los otros, y precisamente ahí radica su importancia para el presente y futuro de las ciudades, en su capacidad de entretejer los intereses, gustos y anhelos de sus múltiples habitantes.
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